COMO TRATAR A UN DELINCUENTE cuento por Daniel Alberto León Martínez


COMO TRATAR A UN DELINCUENTE

por Daniel Alberto León Martínez

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Era un día normal, común y corriente, jueves para ser exacto, tenía que ir a la universidad y para ello tomar un microbús que me dejaba en mi campus el cual se encontraba a media hora de la parada más cercana de mi hogar. Era temprano aun, aproximadamente las 7:35, ya iba un poco tarde. Como la zona comercial estaba un poco antes de la escuela, los trabajadores de esos establecimientos abarrotaban las unidades de 7:30 a 7:40 aproximadamente para llegar a tiempo.

A pesar de mis plegarias hacia todo lo divino, pasaron 2 microbuses que iban al tope y ni siquiera bajaron la velocidad, que de cualquier forma lo agradezco porque mi ansiedad por llegar temprano me hubiera hecho tomar lugar con un pie afuera del vehículo o en una posición completamente inhumana.

No fue sino hasta el tercer vehículo que pude abordar, este se detuvo debido a que venía echando carreras con una micro de atrás y, por lo que veo, ya les había ganado a los pasajeros pues esta venia aun con varios lugares disponibles. Subí con otras 4 personas que habían estado esperando a mi lado, una chica que me imagino, también se dirigía a la escuela, unos 18 años quizá; un hombre delgado con un folder en mano, quizá abogado, con camisa tipo polo azul marino, de 40 años aproximadamente; y por último dos señoras que iban juntas, señoras típicas mexicanas, el estereotipo de la abuela o la tía, de unos 50 años cada una, ambas platicando y acomodando sus lentes de vez en cuando.

La verdad nunca me fijo en la gente que esta alrededor, al menos en el transporte público, aunque de vez en cuando me gusta ver las expresiones de la gente o escuchar sus conversaciones entre ellos o por teléfono para imaginarme todo un mundo de posibilidades para crear una historia alrededor de esos, mis personajes sin nombre.

Saque mi celular y me di cuenta de la hora, ya era bastante tarde, pero no me sobresalte o exalte, normalmente no le veo el sentido, de cualquier manera, no puedo regresar el tiempo, así que, ¿para qué estresarse? 

Cuando voy en transporte publico me gusta ir con mis audífonos escuchando un poco de rock y metal progresivo, de verdad cambia mi día esos 20 minutos de música y hoy no sería excepción. Solo quedaba un asiento, pero un señor regordete estaba del lado del pasillo por lo que tendría que entrar en ese angosto espacio entre su barriga y el asiento de enfrente para poder siquiera sentarme, por eso mismo mejor preferí quedarme parado en el fondo del bus. 

Estaba colocando mis audífonos cuando, por ir maniobrando con mis cosas, casi me caigo debido al frenon del chofer, el cual de forma estrepitosa detuvo la unidad para subir a dos jóvenes, que desde el principio no daban buena pinta. Sin embargo, yo soy buena persona y no juzgo los libros por sus portadas así que me dio igual, yo seguí a lo mío.

Miraba a través de la ventana intentando colarme en la realidad de las personas que veía, mientras los estruendosos golpes de la batería junto a riffs agresivos acompañaban mi viaje. Pero algo no era común, algo estaba raro en el ambiente, percibía una sensación de temor o tensión muy fuerte y era bastante fuerte.

Divise a mi alrededor intentando averiguar quién era el que estaba secretando tal sensación de su ser y uno a uno iba recorriendo con la mirada para intentar averiguar quién escondía una historia trágica detrás de su ser.

Aun no veía a todos cuando note un sobresalto. Uno de los jóvenes que habían subido anteriormente empezó a balbucear de forma muy estruendosa pero no escuche lo que decía debido a que aun tenia los audífonos, el tipo tenía una calaña tremenda, por la mirada de los demás pasajeros note que era algo grave. 

Me quite uno de mis audífonos para poder saber que pasaba cuando vi al otro tipo con un arma de fuego, diría el modelo, pero desconozco de armas, solo sé que era una pistola muy común, ese modelo que te llega primero a la mente cuando piensas en una pistola, en fin. 

Nunca había sufrido de un asalto, un robo ni nada parecido, es más ni siquiera había estado cerca de algún crimen y no supe cómo reaccionar, me quedé en shock viendo lo que pasaba a mi alrededor, sentía que debía hacer tantas cosas para escapar de ahí, pero todas eran imposibles. Me tarde en asimilar lo que estaba viviendo y por mi mente ideas tras ideas circulaban a una velocidad exagerada.
Al caer en cuenta que estaba en un asalto pensé en proteger mi celular y mi cartera, pero la situación me rebaso y continúe congelado, uno de los asaltantes iba recogiendo el botín mientras el otro daba instrucciones a la par de que apuntaba con el arma. 

Iniciaron desvalijando al chofer y todo su dinero. Yo estaba en el fondo del automotor y solo esperaba mi turno para depositar mis cosas en su vieja mochila del partido verde, y pasar lo más desapercibido para no recibir ningún tipo de agresión física o peor aún, estresarlos y hacer que cometieran algún error e hirieran a alguien más de gravedad.

Solo quería que eso terminara y pasar el susto, pero en ese momento el hombre que había subido hace unos momentos, el cuarentón con pinta de burocrático, recibió un tremendo golpe en la cabeza con la cola de la pistola, lo golpearon porque fingía no traer cartera, pero la había escondido dentro de su folder y el tipo que estaba encargado de vigilar se dio cuenta, fue un golpazo, de inmediato comenzó a sangrar, no tan grave pero si se llevaría unas dos o tres puntadas.

Eso me puso muy nervioso, ya no preocupaban las cosas, sino mi integridad, soy muy cobarde, muy temeroso, y la verdad la angustia me tenía sudando frio. Ya estaban pidiendo las cosas de las señoras que estaban en los asientos frente a mi cuando vi en una mirada rápida a los ojos al asaltante, unos 17 años, delgado, obviamente con mala pinta, pero hubo algo que no esperaba encontrar en esa persona dedicada a causar daños a las personas, vi mucho miedo, quien sabe puede que el estuviera tan nervioso como yo.

Finalmente llego mi turno e hice lo que me decía, saque mis objetos de valor y los fui depositando en su mochila, mientras lo hacía sentía una gran frustración, quería confrontarlo, regañarlo para que entendiera que este no era el camino, pero esas ganas de hacerlo entrar en razón eran rebasadas por el miedo. Solo procedí para no cometer ningún error que pudiera lamentar.

Finalmente, todo termino y se disponían a bajar el tipo con el tesoro en manos iba acercándose a la puerta mientras el que estaba armado caminaba en el pasillo para dirigirse hacia la misma salida trasera dando instrucciones de que no la fuéramos a cagar y recalcándole al chófer que no hiciera mamadas, que lo tenían checadito, que solo siguiera su camino.

El primer tipo bajo al ser abierta la puerta, el vehículo aun no frenaba totalmente, el segundo que tenía el arma aun iba a la mitad del camión, cuando el vehículo paso por un tope y se sacudió, el hombre se hizo hacia delante pues perdió el equilibrio llegando hasta donde estaba yo.

Al ver esto reaccioné de una forma que mi yo racional nunca hubiera considerado siquiera, le puse el pie, este cayo cual largo es soltando la pistola, de inmediato la agarre y apunte al tipo que ya se había bajado, este hecho a correr dando la vuelta por la parte de atrás del microbús, pensé en seguirlo, pero recordé que había otro adversario detrás de mí.

-AGARRENLO-, les grite de inmediato a los pasajeros, dos hombres que estaban en esa unidad antes de que yo subiera lo agarraron y le empezaron a pegar para que no forcejeara, le sacaron el aire. el chofer arranco pues me imagino que andaba temeroso de que, como le habían dicho anteriormente, nos estuvieran vigilando.

Yo seguía con el arma apuntando al criminal, era muy raro, esa cosa de metal era pesada y la cargaba como si pesara 20 kilos, o al menos eso sentía por mi nerviosismo, tenía miedo de tenerla en mis manos, sentía que podía cometer algún error con solo apretar de más alguna parte.

Alguien se quitó agujetas de sus tenis y unos cinturones y así amarraron al terrorista urbano de manos y pies. Le pusieron unas cuantas patadas más en el abdomen mientras lo amenazaban de que le iba a llegar la hora. Se escucho una voz que decía que debíamos dejarlo ya y entregarlo a la autoridad correspondiente, con solo oír la voz sabía que era una señora y efectivamente era una del par de abuelitas platicadoras que subieron con anterioridad a la unidad.

-De nada servirá- respondió el hombre previamente herido en la cabeza – los sacan a los días o a las horas-

Uno de los hombres que habían amarrado a nuestro asaltante dijo: -sí, hay que darle una lección, hay que dejarlo como cristo-, algunos de acuerdo y unos cuantos menos en desacuerdo empezaron a planear que haríamos con nuestro reo.

El asaltante pedía que tuviéramos compasión, que él podía llamar a su camarada y nos devolvería nuestras cosas, pero que por favor no le hiciéramos daño. Obviamente era callado a golpes y se le negaba siquiera la consideración de sus opiniones.

Yo ya no sabía qué hacer y le di el arma al tipo que había sido golpeado en la cabeza, gran error. De inmediato apunto al asaltante y con el enorme coraje de la venganza en la sangre empezó a amenazarlo, le repetía una y otra vez que su vida estaba ahora en sus manos, y empezó a golpearlo en la cabeza con el arma.

De inmediato lo detuvieron pues con el coraje que tenía podía cometer un error garrafal, me sentí culpable pues yo le di el arma sin pensar en las consecuencias, por suerte solo se le había ocurrido pegarle con el arma y no estaba tan iracundo como para dispararle a la primera.

Yo mire a los ojos al tipo vengativo intentando calmarlo le recalque que pensara mejor las cosas, podía cometer un error brutal. El tipo se calmó y se alejó un poco, pero seguía apuntando al criminal.
El chofer tomo un camino diferente por si realmente estaba siendo vigilado, aunque era mas que obvio que todo eso era falso ya que si así fuera desde que hubieran visto que el segundo miembro no bajo de la unidad deberían lógicamente intervenir y esto nunca sucedió.

Los pasajeros seguían discutiendo que haríamos con el malandro cuando la voz del abogado se escuchó sobre todas las demás diciendo – la pistola ni siquiera trae balas -, esto encendió a las victimas pues no solo habían sido vandalizados, sino también se les había visto la cara de tontos. De inmediato lo comenzaron a golpear más.

El plan de los que lo estaban golpeando era sacarlo a la calle, exhibirlo ante los transeúntes y posteriormente lincharlo. Pero una vez más mi yo inconsciente salió de su cascaron y sugirió a los verdugos: -NO, HAY QUE SACARLE LOS OJOS-.

Me dijeron que si estaba loco, pero yo les respondí con toda la confianza mi hipotesis: - no podemos lincharlo o matarlo, no somos unos asesinos, y claramente debemos darle una lección que no involucre nuestro pésimo sistema de justicia, si le sacamos los ojos lo dejaremos vivir pero nos aseguramos de que nunca más va a dañar a más personas con el crimen, es más le estamos dando una nueva vida, un nuevo comienzo, lo haremos renacer y así sabrá lo que es tener que seguir un buen camino, lo hacemos aquí y lo sacamos en la calle y de inmediato llamamos a emergencias para que lo atiendan- 

No sé cómo, pero logré convencer a la mayoría, quizá por la emoción y la adrenalina del momento, solo había un problema, como yo hice la propuesta, yo tenía que hacer el trabajo sucio. Me estaba arrepintiendo, como vi a esos hombres golpear tan iracundos al criminal pensé que ellos querrían hacerlo, como vi al tipo con una enorme sed de venganza creí que el tomaría la iniciativa de hacerlo, pero al final nadie quería hacer la atroz actividad de purificación del ser.

Estaba lleno de miedo, pero también mucho coraje así que después de unos minutos donde cada uno se negaba a hacerlo finalmente volví a hablar inconscientemente: -está bien yo lo hago-.
Tomé mis llaves, pensaba si estaban muy infectadas, pero después recordé que no tenía por qué preocuparme por ese pobre diablo, el suplicaba compasión, ya a un nivel de ruego de niño, prometiendo portarse bien, realmente pedía piedad, queriendo el consuelo e intervención de las pasajeras, las cuales solo miraban a otro lado.

Estuve medio minuto muy cerca de él, indeciso y pensando en declinar de una vez, pero en un momento me empezó a rogar a mí, me imploraba compasión, mirándome a los ojos y, en esos ojos vi algo especial, eran los mismos ojos llenos de miedo y ansiedad que había visto en su compañero esa mirada realmente toco lo más profundo de mi ser, algo en mi cambio totalmente, sentía la honestidad en esa expresión, estaba conectando con su alma a través de sus ojos. En ese momento todo lo demás se desconectó, solo éramos él y yo nada más, el tiempo lo sentí como horas, pero fueron milisegundos, mi verdadero yo estaba expuesto frente a otro ser, humano al igual que yo, tan diferente pero tan similar a mí, fue una fricción sin igual, una experiencia única de comunión divina. Tenía que actuar.

Clave lentamente la llave en el ojo izquierdo, escuchaba los horribles gritos de sufrimiento mientras un líquido más espeso que la sangre comenzó a escurrir a través de mis manos, yo no veía solo sentía y escuchaba, el líquido era muy caliente y pegajoso. Empezó a mover la cabeza en forma de negación, pero sentía más dolor y dejo de hacerlo, mientras tanto yo empecé a clavar la llave un poco más y a darle vuelta para asegurarme de desgarrar totalmente esa bolsa acuosa, sentí como si pequeñas gotas de gel cayeran en mi mano, pero nunca dirigí la mirada hacia abajo, yo solo veía el techo del vehículo.

Saqué la llave y vi que tenía material orgánico completamente pegado, era como comida para gato en lata, pero de un rojo muy oscuro, seguí sin verle la cara. Proseguí con el otro ojo, el me seguía pidiendo compasión, me decía que no le dañara el otro ojo que ya iba a ser bueno, le acaricie la cabeza y le dije – todo estará bien, me lo agradecerás- y lo clave con mas confianza que el primero.
Una vez más liquido comenzó a fluir, pero ahora enfoqué mis sentidos en cada experiencia que esta actividad me brindara incluso percibí el olor a la sangre, realmente estaba conectando con eso. Gire, destroce el interior y saque, el tipo estaba convaleciente, casi se desmayaba, me limpie las manos con su playera y también mis llaves, me aleje y les indique que lo sacaran a la calle así también que llamaran rápidamente a emergencias para que fuera atendido a la brevedad.

Sacaron al convaleciente hombre y el carro siguió su camino, en el transcurso no pude evitar sentir las miradas en mi persona, miradas fuertes y llenas de extrañeza, pero no me importaba, nada me importaba lo suficiente ahora porque me sentía diferente, algo en mi había cambiado, ahora me sentía lleno de energía con mucha vitalidad y paz mental, me sentía vivo.

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