ECONOMÍA MEXICANA E INFLUENCIA INTERNACIONAL por Daniel Alberto Leon Martinez



ECONOMÍA MEXICANA E INFLUENCIA INTERNACIONAL 

En el caso particular de México, mucho se ha estudiado la migración de mexicanos hacia Estados Unidos, particularmente porque los mexicanos han representado la principal fuente de fuerza de trabajo a lo largo de todo el siglo XX. Este flujo migratorio tiene sus orígenes en la estabilización de la frontera entre ambos países, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, después de la intervención norteamericana en México y de las guerras con los indios nómadas a ambos lados de la línea fronteriza. En la primer década del siglo XX, un número no despreciable de trabajadores ocupados en la construcción de las líneas férreas estadounidenses y en el suroeste eran de procedencia mexicana (Verduzco, 2000). Después, con la llegada de la primera y segunda guerras mundiales, la necesidad de mano de obra en Estados Unidos fue alta debido a que muchos trabajadores norteamericanos fueron reclutados para la guerra. La instauración de programas formales de atracción de trabajadores, como el Programa Bracero (1942-1964), fueron fuertes mecanismos que facilitaron el flujo de mexicanos hacia aquel país a mediados del siglo XX. Una vez que este tipo de programas se redujeron o desaparecieron, la migración no cesó pero sí se volvió más difícil por las barreras migratorias impuestas. Con estas migraciones "pioneras", se sentaron las bases para futuras migraciones.
Las condiciones socioeconómicas que prevalecieron en México a partir de la crisis, el ajuste y el cambio estructural de la década de 1980 han alterado la estructura de la sociedad mexicana, que incluyen importantes flujos de migración con características distintas a las de etapas previas. En comparación con periodos históricos anteriores, las últimas tres décadas presentan un marcado incremento en la desigualdad en México, debido principalmente a una mayor concentración del ingreso entre los estratos privilegiados de la población (Pastor & Wise, 1997) y un incremento de la economía informal, tanto legal como ilegal (Aguilar & Campuzano, 2009; Maloney, 2004). Tanto la contracción de las oportunidades de empleo formal como el aumento de la desigualdad del ingreso han dado lugar a trastornos sociales y soluciones adaptativas por las diferentes clases sociales, entre ellas, la migración.
Las reformas de corte neoliberal no fueron exclusivas del mundo en desarrollo, sino que también se presentaron en otras partes del mundo durante este período.
Como ya se ha mencionado previamente, las políticas asociadas a estas reformas neoliberales que comenzaron a implementarse desde la década de 1980 ejercieron presiones para hacer programas de reforma de privatización extensiva, desregulación radical, completa apertura para bienes y mercados de capital, y una política macroeconómica restrictiva (Chang, 2003). Dichas políticas, que alcanzaron a la mayor parte de las economías en el mundo, fueron bastante más rigurosamente implementadas en el mundo en desarrollo (Chang, 2003) y llevaron al desmantelamiento de las ya anquilosadas estructuras institucionales del estado de bienestar con el objetivo de lograr reducciones importantes en el tamaño e influencia del sector público (Álvarez in Clarkson & Cohen, 2004). Estas sugerencias tenían como premisa el argumento que el gobierno es de menor eficiencia que el mercado.
Otras políticas significativas fueron aquellas relacionadas con los derechos de propiedad y con la reorientación del gasto público, para reformar el sistema tributario y atraer inversión extranjera directa y de lograr una disciplina monetaria y fiscal. Mayor privatización y reformas fiscales regresivas explican en parte la concentración del ingreso, de la mano de la disminución del poder de negociación del trabajo frente al capital, gracias a la gran movilidad del segundo factor frente a las limitaciones del primero, donde dicha movilidad se expresa en un fenómeno de relocalización de las actividades intensivas en mano de obra en los países subdesarrollados.
Las consecuencias negativas de las políticas neoliberales fueron significativas, sobre todo en términos de crecimiento económico y equidad social en la mayor parte del mundo, pero se dejaron sentir con mayor intensidad en aquellos países que se apegaron más a esta estrategia, como fue el caso de México (Boletín UNAM, 2012; Rodrik, 2002). Los impactos particulares sobre la economía mexicana oscilaron entre tasas de crecimiento económico volátiles y mediocres (gráfica), inestabilidad financiera recurrente, desintegración de las cadenas de producción doméstica, saqueo y pillaje de recursos naturales, agravación de la desigualdad económica y un aumento significativo en la marginación social (Álvarez in Clarkson & Cohen, 2004). Algunos de estos efectos tuvieron como consecuencia que diferentes grupos de la sociedad mexicanas encontraran en la migración internacional una estrategia de adaptación.

 
Fuente: elaboración propia con datos sobre las cuentas nacionales del Banco Mundial.
Gráfica  México: Variación Anual del PIB de México 1980 2014 

Aunque la emigración de mexicanos hacia aquel país es un fenómeno muy antiguo, el incremento acelerado que se ha experimentado en las últimas tres décadas no tiene punto de comparación con los antecedentes históricos del flujo migratorio entre ambos países. hubo un incremento sostenido en la emigración mexicana hacia los Estados Unidos entre 1850 y 1930, período que va de la delimitación de la frontera actual, después del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, que legalizó la pérdida de California y Nuevo México y de la venta de la Mesilla en 1853, hasta el final del conflicto religioso en México. Salta a la vista que la migración se intensificó de manera evidente en los años de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera (1910-1930). Posteriormente, se presenta un descenso en el número de mexicanos en Estados Unidos entre 1930 y 1950, período que coincide con el inicio de la industrialización sustitutiva de importaciones en México, que incluye los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Programa Bracero implicó la emigración temporal legal de 220 mil trabajadores rurales entre 1942 y 1947.
La segunda mitad del siglo XX se inició con un repunte de la emigración. En las siguientes dos décadas (entre 1950 y 1970) se presentó un nuevo incremento en el número de mexicanos en el vecino país, producto en parte del importante crecimiento demográfico que comienza a registrarse en esos años y que se acelera en la década de 1970, como reflejo de la inestabilidad económica de esa década. Sin embargo, es evidente que la emigración mexicana a Estados Unidos se dispara a partir del inicio de la crisis de los años ochenta del siglo pasado y se mantiene durante todo el período del llamado cambio estructural, hasta el presente. Hasta ese momento el flujo migratorio, aunque constante, no había registrado un crecimiento espectacular a pesar de la asimetría en los grados de desarrollo entre ambos países, algo que evidentemente desafía las teorías comúnmente aceptadas sobre migración y la sobre simplificada explicación de los diferenciales salariales (Arango, 2004). La emigración neta anual, que durante la década de 1960 no rebasaba los 30 mil migrantes por año, se elevó gradualmente hasta alcanzar una pérdida neta anual de más de 400 mil personas en el primer lustro del siglo (Tuirán y Ávila, 2012). A pesar del "blindaje" de la frontera, hay evidencia de que este flujo se intensificó aún más en la segunda mitad de la primera década del siglo, como resultado del deterioro de la seguridad pública, que se sumó a la falta de oportunidades laborales como otro poderoso incentivo para emigrar.
El constante incremento de la emigración de México -de alrededor de 5 millones en 1990 a 12 millones en 2010 (United Nations Department of Economic and Social Affairs (UNDESA, 2012)-, puede ser considerado como uno de los resultados más dramáticos de las políticas de ajuste y del nuevo modelo económico, de la falta de oportunidades de empleo y del deterioro en las condiciones de vida en México; y, en contraparte, la existencia de mejores oportunidades de vida -incluyendo empleos- en Estados Unidos. Para Ros (2013) una de las causas principales para la existencia de un flujo migratorio entre México y Estados Unidos consiste en la subocupación de trabajadores tanto calificados como no calificados y considera que dicho flujo conlleva consecuencias negativas para el desarrollo económico de México.
Por supuesto, un factor adicional y que no es posible subestimar tiene que ver con los efectos de las redes sociales y la construcción de una infraestructura social que se va desarrollando con el incremento de migrantes adicionales, de tal modo que la ayuda de los migrantes pioneros es decisiva para la migración de los migrantes subsecuentes (Massey, 1987). De tal manera que cuando las condiciones socioeconómicas se recrudecen en el origen, la existencia de cadenas migratorias establecidas facilita el movimiento de personas y conduce a un efecto del tipo de causación circular acumulativa acuñado por Myrdal.
En un contexto económico y social desfavorable como el que ha prevalecido en México desde 1980, las personas han buscado diferentes canales para mejorar sus condiciones de vida generales.
Algunas de las estrategias adaptativas o incluso de supervivencia son la microempresa por emprendedores, el autoempleo, el crimen y la migración. Para muchos que tienen las posibilidades de emigrar al extranjero, la opción de ir a países de mayor grado de desarrollo representa una alternativa a las condiciones más severas y las menores oportunidades en su país de origen (Colic-Peisker, 2008; Lozano-Ascencio & Gandini, 2012). Claramente la alternativa de emigrar no está abierta a todos los diferentes grupos de personas en México, particularmente por las restricciones impuestas por los países destino -en este caso principalmente Estados Unidos- y por los costos asociados con el transporte y el establecimiento en el nuevo destino.
Hay que destacar que el incremento en la emigración de mexicanos a Estados Unidos se ha dado en el contexto de un creciente endurecimiento de la política migratoria en ese país. Desde la administración del presidente Ronald Reagan (1981-1989) los gobiernos norteamericanos han endurecido su posición, incrementado la vigilancia en la frontera y aumentado las sanciones hacia los empleadores de mano de obra en condición migratoria irregular. Por su parte, los sucesivos gobiernos mexicanos han insistido en la necesidad de lograr acuerdos migratorios en ambos países que permitan legalizar la situación de los mexicanos que trabajan en Estados Unidos y regular los flujos migratorios hacia ese país (Novelo, 2000). Sin embargo, los intentos por alcanzar una reforma migratoria que permitan alcanzar estos objetivos han fracasado hasta ahora por la oposición de amplios sectores en la unión americana.
Es de esperarse que la migración continúe en el futuro por al menos tres razones de peso. En primer lugar, por las políticas vigentes de continuar con la actual estrategia de desarrollo en México, que profundiza las reformas promovidas desde el cambio estructural de la década de 1980, y que al no atacar los problemas de fondo de la acumulación de capital, no permitirá remontar las bajas tasas de actividad económica y de insuficiente creación de empleos formales. En segundo lugar, porque aún quedan poco más de dos décadas del llamado "bono" demográfico, con el consiguiente incremento en la oferta de trabajo que de no ser absorbida en el país (Ordorica, 2015), seguirá generando fuertes incentivos a la migración. Y finalmente, por la infraestructura social construida por los migrantes anteriores, que abre camino y facilita el flujo migratorio para futuros migrantes, a pesar de las políticas restrictivas a la inmigración que ha promovido el gobierno de Estados Unidos en las últimas décadas.


RELACIONES INTERNACIONALES LA ECONOMIA DESDE LOS NIVELES DE COMUNICACION.
En un contexto de elevada interdependencia económica, bajo crecimiento, cambios estructurales en la economía mundial y auge de la geo economía, sería deseable contar con estructuras de gobernanza global sólidas que redujeran los potenciales conflictos internacionales. Ello se debe a que el mantenimiento de un sistema económico abierto, ordenado y bien regulado, la estabilidad financiera internacional, la lucha contra el cambio climático o la eliminación de la pobreza son bienes públicos globales porque benefician a todos los ciudadanos del mundo. Pero, como sucede con todos los bienes públicos internacionales, en ausencia de una potencia hegemónica, su provisión requiere de la cooperación entre Estados. Además, en el caso de la gobernanza de la globalización, entendida no como gobierno mundial sino como procedimiento de toma de decisiones basado en la negociación permanente y el respeto a la ley, se introducen consideraciones de legitimidad internacional, e incluso de justicia distributiva. Sólo si las reglas de la economía global son percibidas como legítimas, inclusivas y razonablemente democráticas por la opinión pública de los principales países serán efectivas y duraderas porque permitirán a los ciudadanos recuperar a nivel supranacional parte de la soberanía económica perdida a nivel nacional con la globalización. Este elemento de legitimidad se ha vuelto especialmente importante tras la crisis financiera internacional, cuyos devastadores efectos han generado un creciente rechazo por la globalización.
Sin embargo, lo esperable es que en los próximos años nos encontremos precisamente con lo contrario, menos gobernanza y menos cooperación. Los problemas internos de la mayoría de las grandes potencias, los elevados niveles de deuda (en los países ricos), que lastrarán el crecimiento, y la sensación generalizada de que la economía mundial no está ya al borde de un colapso sistémico como ocurrió en 2008-2009, llevarán a que se haga un menor esfuerzo por promover la coordinación de políticas nacionales y reforzar las estructuras institucionales de gestión internacional de crisis, tanto en el ámbito económico como en el político. Y es en ese contexto donde existe el riesgo de que se produzcan “errores de cálculo” que lleven a conflictos comerciales o cambiarios que puedan derivar en problemas políticos (o incluso militares) de mayor envergadura. No se trata tanto de que los gobiernos pongan en práctica políticas que tengan como objetivo perjudicar a otros países, sino que, sencillamente, no presten atención suficiente a las implicaciones internacionales (lo que los economistas llaman externalidades negativas) de las políticas que ponen en marcha para conseguir objetivos internos. Asimismo, como el poder es un juego de suma cero, el hecho de que los países avanzados intenten mantener sus cuotas de influencia en los organismos de gobernanza internacional mientras los emergentes exigen aumentar su peso en los mismos puede llevar a una parálisis de estas organizaciones, que termine por volverlas inefectivas e irrelevantes, dejando a la comunidad internacional sin foros para solucionar los conflictos que surjan en el ámbito comercial, financiero o energético.
Esto no quiere decir que no puedan producirse avances en la cooperación, que en el ámbito económico son especialmente necesarios en la contención del proteccionismo, la reducción de los desequilibrios macroeconómicos globales, la mejora del funcionamiento del Sistema Monetario Internacional y la lucha contra el cambio climático. De hecho, hoy la economía mundial cuenta con el G20, que es un foro de diálogo flexible y más legítimo que otros, donde además, por primera vez, los países emergentes están bien representados. Esta joven institución tiene el potencial para ser el embrión adecuado para fraguar acuerdos internacionales, que luego puedan tomar forma jurídica a través de las organizaciones internacionales existentes. Sin embargo, como muestra la propia experiencia reciente del G20, que adquirió un gran protagonismo tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 pero que después se ha ido desinflando y vaciando de contenido, no es fácil sostener la cooperación económica internacional durante mucho tiempo, especialmente cuando los compromisos externos chocan con las prioridades nacionales.
Por ello, aunque no pueden descartarse que se produzcan avances en la gobernanza internacional, es probable que los próximos años vengan más marcados por la rivalidad y los conflictos económicos, aunque estos sean puntuales y puedan ir resolviéndose.
Lo social: envejecimiento, desigualdad y nuevas clases medias
Como se ha señalado, uno de los principales impedimentos para la consecución de una mayor cooperación económica internacional y una mejor gobernanza serán las restricciones políticas internas que enfrenten los gobiernos de las principales potencias. Por ello, es importante detenerse brevemente en las grandes tendencias sociales que se producirán (o reforzarán) en los próximos años porque de ellas dependerá en gran medida el margen de maniobra que tendrán los gobiernos para atender los asuntos internacionales.
La primera de estas tendencias es el rápido envejecimiento de la población, especialmente en los países avanzados pero también en China, cuya población envejecerá muy rápidamente a partir de 2030 como consecuencia de la política del “hijo único” establecida a finales de los años 70.

Gráfico 1. El envejecimiento de la población en el mundo: porcentaje de la población por encima de los 65 años.
 

Aunque el envejecimiento de la población es una buena noticia en la medida en que es el resultado del aumento de la esperanza de vida, supondrá importantes retos económicos y sociales para los países. En el mundo desarrollado obligará a los Estados a aumentar su endeudamiento para hacer frente a los gastos de sanidad y pensiones, lo que redoblará las presiones que ya se derivan de la actual crisis sobre el Estado del Bienestar. Para China, que posiblemente llegará a ser un país envejecido antes que un país rico, supondrá importantes retos sociales, ya que las débiles redes públicas de protección social se verán completamente superadas. Asimismo, el envejecimiento poblacional modificará las pautas de consumo, volverá a las sociedades más conservadoras, defensivas, estáticas, proteccionistas y aversas al riesgo, con la consiguiente pérdida de dinamismo e innovación, lo que puede afectar negativamente al crecimiento económico.
La segunda gran tendencia social de los próximos años será el aumento en la desigualdad. Este fenómeno no es nuevo. Como se observa en el Gráfico 2, que muestra los cambios en la distribución de la renta en los países del G20 en las dos últimas décadas, la diferencia de renta entre ricos y pobres ha aumentado en todos los países, y posiblemente lo hará aún más durante la próxima década.
Gráfico 2. La desigualdad aumenta


En el mundo desarrollado las causas del aumento de la desigualdad son la propia globalización (que aumenta las oportunidades para los factores productivos más móviles y el trabajo más cualificado y las reduce para los trabajadores poco cualificados, que no pueden competir con las importaciones baratas) y las bajadas de impuestos a las clases medias y altas (que redujeron la capacidad de redistribución del Estado, y que fueron especialmente acusadas en los países “anglosajones”). Por su parte, en los países en desarrollo, el aumento de la desigualdad responde esencialmente al fuerte crecimiento económico de las últimas décadas. Como indica la llamada curva de Kuznets, los procesos acelerados de desarrollo tienden a aumentar la renta de determinados grupos de población en un primer momento, dando lugar a mayor desigualdad. Solo en una segunda etapa la desigualdad se reduce, siempre y cuando el crecimiento termine permeando a las clases medias y bajas.
En todo caso, la Gran Recesión ha acentuado esta tendencia, especialmente en los países desarrollados. La crisis ha generado un fuerte aumento del desempleo estructural, especialmente en los países del sur de Europa pero también en EEUU y una reducción del Estado del Bienestar (elemento esencial tanto para reducir las desigualdades de renta como para asegurar la igualdad de oportunidades). Pero como las rentas más altas no se han visto tan afectadas por la crisis (y en ocasiones incluso se han beneficiado), el resultado es una desigualdad creciente.
Esta nueva situación es peligrosa en la medida en la que puede reducir la cohesión social y generar tensiones políticas. En particular, existe el riesgo de que se rompa el contrato social que ha asegurado la estabilidad en Occidente desde la Segunda Guerra Mundial. Además, como demuestra Stiglitz, la desigualdad reduce el crecimiento económico a largo plazo, tiene un alto coste social y puede deslegitimar la democracia y el imperio de la ley. Por lo tanto, sería importante instrumentar políticas que redujeran su crecimiento.
Mientras que el aumento de la desigualdad en los países avanzados es problemático, la tercera gran tendencia social en marcha, que también tiene que ver con la distribución de la renta, es positiva: se trata del auge de las nuevas clases medias en los países en desarrollo. El rápido proceso de crecimiento económico que están experimentando estos países está generando que millones de personas (sobre todo en Asia, pero también en América Latina y algunos países africanos), superen los 10.000 dólares de renta per cápita (véase el Gráfico 3). Así, por ejemplo, se espera que en China la clase media crezca en cerca de 200 millones de personas en los próximos años y que en países como la India, Indonesia, Brasil, Rusia y México también se den aumentos muy significativos (por el contrario, la clases media se estancará o incluso descenderá en casi todos los países avanzados).

Gráfico 3. El auge de las nuevas clases medias

El impacto económico de esta nueva clase media global es significativo. Estas personas pasan de la economía de subsistencia al consumo de masas. Primero adquieren bienes de consumo duraderos (electrodomésticos, teléfonos móviles, etc.), luego coches, y, en una última etapa, viviendas. Además, comienzan a gastar en servicios (educación, salud y entretenimiento). Por ello, aumentan la demanda interna de sus economías y pueden convertirse en polos de crecimiento para otros países. Asimismo, son el consumidor objetivo para las grandes empresas multinacionales que, ante la saturación de los mercados de los países avanzados, encuentran grandes oportunidades en la clase media de los emergentes.
Conclusión: El cóctel de imparable globalización económica y fuerte resaca post crisis financiera en los países avanzados, especialmente en Europa, está acelerando las macro tendencias económicas políticas y sociales que llevaban en marcha más tres décadas. Las relaciones internacionales ya no siguen ni el patrón cooperativo que dominó las relaciones económicas internacionales en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial ni la lógica de la disuasión nuclear que marcó la geopolítica durante la Guerra Fría. Hoy, ante el rápido auge de las potencias emergentes y el declive relativo de las potencias occidentales, el mundo es cada vez más multipolar en lo económico y apolar en lo político. Al mismo tiempo, nuevos modelos de organización económica y social se van abriendo camino tanto por los estragos que está causando la lenta recuperación económica (que en el sur de Europa se ha convertido en una dura recesión) como porque los países emergentes presentan modelos de organización económica, política y social que distan mucho del patrón de democracia liberal imperante en Occidente. Esto alimenta la rivalidad y el auge de las consideraciones geoeconómicas en las relaciones económicas internacionales y hace más difícil llegar a acuerdos para fijar nuevas normas internacionales que rijan los aspectos políticos de la globalización.

IMPACTO ECONOMICO RELACIONADO AL AEROPUERTO EN TEXCOCO
Cancelar la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, Estado de México, no es una decisión con consecuencias ligeras.
Y para Ana Thaís Martínez, investigadora del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), los principales costos serán económicos, pero no son los únicos.
La especialista explica, en entrevista con mexico.com, que construir dos pistas en Santa Lucía, Estado de México, y rehabilitar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México actual implicaría que en “20 años más” se tenga que evaluar de nuevo una solución para enfrentar la saturación de la terminal aérea del Valle de México.
Ana Thaís enumera cuatro consecuencias por la cancelación del proyecto de Texcoco:
1.      Alto costo económico
Calcula que la decisión de cancelar el NAIM en Texcoco implicará un costo total de 342 mil millones de pesos, una cifra mayor al de la obra que ya está en marcha, que es de aproximadamente 285 mil millones de pesos, de acuerdo con la especialista. Precisa que los 342 mil millones de pesos se desglosan así:
·         120 mil millones de pesos por cancelación de contratos y lo ya ejercido
·         142 mil millones de pesos para pagar la deuda comprometida en FIBRA E (Fideicomiso de Inversión y Bienes Raíces) y en Bonos Verdes
·         80 mil millones de pesos para construir dos pistas en Santa Lucía y rehabilitar el aeropuerto actual
“Esos bonos (que integran los 142 mil mdp) se irían pagando con la TUA (Tarifa de Uso Aeroportuario, que pagan los pasajeros), por eso no se utilizaba dinero del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para la construcción del NAIM. No queda claro ahora qué rol jugará la TUA y muy probablemente todo el dinero que se utilice para Santa Lucía, AICM y Toluca tenga que venir enteramente del PEF”, detalla.
Una hipótesis similar la confirma el presidente Enrique Peña Nieto: "El próximo gobierno tendrá que hacer frente al pago de compromisos, los cuales, probablemente requerirán el uso de recursos fiscales adicionales a los impuestos que pagan los usuarios del aeropuerto, el TUA”, dijo este lunes el mandatario.

2.      Se frenan oportunidades para el país
La investigadora sostiene que se trata del principal aeropuerto del país, por lo que la situación de la terminal actual no solo implica un retraso para los usuarios, sino para los comerciantes que viven del turismo, así como para el traslado de mercancías y para los inversionistas que quieren llegar a la capital para después hacer negocios en Monterrey o en Guadalajara.
“Ese aeropuerto provee de oportunidades a todos los mexicanos”, indica.

3.      Credibilidad en duda
Considera que se pone en riesgo la credibilidad del próximo gobierno en términos de captación de inversión, así como de generación de empleo y de oportunidades. Ejemplifica que desde la semana pasada, en la que inició la consulta por el nuevo aeropuerto, el precio del dólar frente al peso mexicano subió y también la incertidumbre sobre los bonos para financiar el nuevo aeropuerto, cuyas tasas de interés han aumentado.
De hecho, el lunes, el dólar de ubicó en un precio de hasta 20.26 pesos horas después del anuncio de la cancelación de la obra en Texcoco, y el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC) de la Bolsa Mexicana de Valores cayó un 4.2% al cierre de la sesión.

4.      Riesgo por el espacio aéreo
También afirma que la operación simultánea del AICM y de Santa Lucía implica la posible interferencia del espacio aéreo, lo cual generaría retrasos y riesgos de seguridad para los vuelos.
En este punto coincide la consultora Mitre, que realizó un estudio técnico sobre la viabilidad de Santa Lucía: “Aeronáuticamente no es viable, no se puede, además crearía un espacio severamente congestionado”, señala la firma en un documento entregado a Andrés Manuel López Obrador, de acuerdo con Forbes.
En el informe detalla que “la interferencia se daría al tener dos aviones volando uno del norte y el otro del este que deberán cruzar por el mismo punto, con una separación vertical menor a lo que las reglas establecen, y estaría abajo de mil pies, contra la seguridad”, explica la publicación.
Para López Obrador con la construcción del nuevo aeropuerto en Santa Lucía el gobierno federal ahorrará 100 mil millones de pesos, anunció en conferencia de prensa.
Sobre la caída de más del 2% del peso tras los resultados de la consulta, puso en duda que esta fuera por el tema del NAIM.
“Imagínense al Estado mexicano supeditado a mercados financieros. ¿Quién manda? ¿No es el pueblo? ¿No son los ciudadanos? Ese es el cambio. Se acabó el predominio de una minoría y la vinculación de poder económico y poder político", aseveró.


Daniel Alberto León Martínez                                                                                          2019

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